23/4/07

Otra pizca más de Historia...

Bien. Les contaba acerca de las maravillas de la Almería musulmana. Su riqueza, pese a lo duro de la época y que tampoco ataban perros con longanizas. Pero esto iba a cambiar. Casi ochocientos años después de que Tarik cruzara desde Tánger hasta Yebel Tarik (hoy colonia británica) la situación de Al-Andalus se había convertido en una agonía. El califato se había disgregado desde hacía siglos en taifas, al tiempo que los cristianos iban recuperando, poco a poco, terreno hacia el sur del Sur. Mientras los cristianos no estuvieron lo suficientemente unidos, la cosa pudo medio mantenerse en pie. Entonces, casi en el peor momento posible, una alianza matrimonial afianzó en un solo propósito dos de los reinos cristianos más fuertes de la época: Aragón y Castilla. Al-Andalus contemplaba su ocaso desde las piedras rojas de la Alhambra.

Nació en Mondújar Abu-l-Hasan 'Alí de Granada, a quien los cristianos conocieron por el nombre de Muley Hacén, sultán que fuera del reino de Granada a partir de 1463. La sultana, A'isha al-Hurra (La Honesta), le parió a su hijo Abu 'Abd Allah...o Boabdil para los enemigos, pero a resultas de una incursión de los nazaríes, fue a parar a los brazos de Muley Hacén una dama cristiana, Isabel de Solís, hermosa como pocas, que tras abrazar la fe islámica pasaría a llamarse Zoraya (Lucero del Alba), se convertiría en la esposa del sultán y le daría dos hijos varones: Nasr ben Ali y Saad ben Ali (quienes, con el tiempo y una caña, cuando las cosas volvieron a su cauce y su madre retomó la fe cristiana, serían conocidos como Juan y Fernando de Granada). Muy cara iba a costarle a Muley Hacén la broma de tener dos esposas y preferir a una sobre la otra, porque A’isha no le iba a perdonar jamás haber sido apartada a un lado por una cristiana. Se las ingenió para azuzar a su hijo hasta tal punto que, en 1482 y con el apoyo de los abencerrajes, su hijo mayor Abu ‘Abd Allah (el Chico, pues el hermano de Muley Hacén también se llamaba así, aunque le apodaban El Zagal), se sublevó contra él y le arrebató el trono. Las intrigas eran pan diario y la cizaña crecía por doquier pues tanto los reyes cristianos como los moros aprovechaban a favor de unos u otros las desavenencias, con tal de llevarse el gato al agua.

Pero, en 1482, Alhama de Granada cayó en poder de los reyes cristianos. Y eso marcó el principio del fin. Atrapados en una pinza mortal entre que se cerraba al oeste por Málaga y al este por Murcia, los nazaríes pronto se iban a encontrar acorralados en las tres grandes taifas de Granada, la propia Granada, Málaga y Almería.

En junio de 1488 las tropas cristianas, acaudilladas por los reyes, toman Vera, la puerta del Este, avanzadilla de frontera en la linde con Murcia y encaramada sobre un cerro (Espíritu Santo), detrás y con escasa resistencia, se rendirán Mojácar, Níjar, Vélez Blanco, Vélez Rubio, el valle de Purchena y del Almanzora, Huéscar, Benamaurel y Galera, todos ellos influidos por unas buenas capitulaciones y porque sería zona del señorío de Boabdil. Un año después, en junio de 1489, las tropas cristianas asedian Baza. El Zagal da órdenes a Cidi Yahya Alhnar, señor de Almería, para que acuda con refuerzos, y Muhammad Hassan, alcalde de Baza, refuerza las murallas. Pero todo se revelará inútil. Durante todo un mes las tropas cristianas destruyen a conciencia la rica vega de Baza, con sus cultivos de moreras que son la base de una rica industria de la seda. Treinta mil almas, entre refugiados y tropas de ayuda, no consiguen hacer frente al asedio que terminará el 10 de diciembre, cuando el alcalde acepta la rendición, cediendo incluso las posesiones de Guadix y Almería. El Zagal recibe las comarcas del Andarax, Lecrín y Lanjarón, libres de cristianos y unos cuantos millares de doblas. Poco más de diez días después, el 23 de diciembre de 1489, los cinco siglos y tres décadas de las piedras de la Alcazaba contemplan atravesando la Puerta de la Justicia al rey Fernando II de Aragón; un día después, en Nochebuena, será la reina Isabel de Castilla quien lo haga. Las capitulaciones son honorables y francamente generosas, aunque pronto se revelarán dolorosamente falsas.

Se les promete a los musulmanes, como compensación por someterse al poder político cristiano, la posibilidad de mantener sus leyes, sus costumbres, su religión, sus autoridades y su sistema de justicia. También se les promete que podrán preservar sus derechos individuales: la inviolabilidad del domicilio y la libre circulación por el reino. Se incluye en las capitulaciones el permiso para que, quienes así lo deseen, puedan cruzar a Berbería, al otro lado del mar de Alborán (“allende”) para no tener que verse sometidos al yugo cristiano. En realidad casi se les anima, para poder sacarse de encima al personal más problemático. Pero es todo papel mojado. Los reyes cristianos no están, en realidad, dispuestos a mantener su promesa, pues el ideal de Estado que tienen proyectado no contempla la diversidad religiosa y, desde el primer momento, los musulmanes no se muestran en absoluto dispuestos a cambiar sus creencias por las que impone el vencedor.

Así, la huida a África está a la orden del día pero, para aquellos que no quieren abandonar la tierra que les ha visto nacer a ellos y sus antepasados a lo largo de medio millar de años, la rebelión armada apunta como única forma de recuperar aquello que consideran, por derecho, suyo.

Quinientos treinta y cuatro años de luz, expansión y cultura están a punto de concluir bajo el empuje de la cruz. En Almería acaba el año y se pone, por varios siglos, el sol.



Alcazaba de Almería, Alcázar cristiano. Saetera de orbe y cruz, donde la cruz situada sobre el hueco destinado a las piezas de artillería se utilizaba a modo de "punto de mira".



Alcazaba de Almería. Alcázar cristiano. Torre de la Pólvora y pieza de artillería.



Alcazaba de Almería. La cristiana Torre del Homenaje se yergue, maciza y cuadrada, sobre las ruinas del Alcázar árabe.

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