23/4/07

La Costa de los Piratas III

Abandonamos Las Amoladeras y, en el cruce de la carretera con la que se dirige a Cabo de Gata, nos topamos con una barca un tanto fuera de su elemento:

"El Catorce"



Y llegamos a San Miguel de Cabo de Gata. En San Miguel existió el Torrejón de Cabo de Gata, construido a principios del reinado de Felipe II por un arquitecto (masón) llamado Juan de Parraçés. Nos explica Antonio que Felipe II fue el único rey pacifista que ha dado la monarquía patria, pues durante su reinado no participamos en ninguna guerra y, evitando los gastos militares de las campañas, estos fueron invertidos en reforzar las defensas al tiempo que acompañados de una -parece ser- eficaz política diplomática. La cosa duró eso: el reinado de Felipe II y sanseacabó.

El Torrejón se construyó en 1593 e incluía un patio donde se pudiera refugiar la población, barracas y establos. Costó la friolera de trescientos y pico mil maravedíes (un real de vellón tenía 34 maravedíes, y un ducado eran 11 reales de vellón). Como tantas otras fortificaciones costeras -entre ellas parte de la mismísima Alcazaba- se vino abajo con el terremoto que asoló la zona en 1658 y permaneció hecho unos zorros hasta que se construyó en sus restos lo que hoy es la Escuela Virgen del Mar.

Allá por la mitad del XVIII, reinando Fernando VI, se construyó la Torre de San Miguel, más pequeña. Incluía dos pequeños cañones, cuarteles para la tropa, un polvorín y un puente levadizo sobre una escalera que -curiosamente- todavía existe. La Torre de San Miguel pasó lo suyo durante la guerra contra el francés, aunque aguantó. Luego fue, como otras defensas, entregada a los carabineros y mucho más tarde pasó a la Guardia Civil. La única alteración notable de su estructura es el aditamento de un muro de adobe, realizado en la década de los ochenta, que rodea la torre y su escalera.

Torre de San Miguel, s. XVIII -pese a lo que pudiera parecer y al gruñido de la gente, la escalerilla no la colocó la Guardia Civil, sino que pertenece (salvo los remiendos) a la construcción original. Protestaba el profesor de que los "iluminados" de siempre habían derribado la escala en otra torre de la zona, de idénticas características, considerando que "sobraba". En realidad tiene añadida la barandilla, pues en el original la escalera se unía a la torre mediante un puente levadizo.




Torre de San Miguel, rodeada por el muro de adobe añadido allá por 1980.



Aunque ya no están, todavía permanecen:



Hoy día, al parecer ya no pertenece a la Guardia Civil... y empieza a notarse su estado de abandono que, en las Salinas, es lamentablemente peligroso, pues el salitre se come todo cuanto no se cuida.

Una de las cosas más maravillosas de esta joya que es el Cabo de Gata es poder contemplar el humedal desde el Observatorio de las Salinas. En esta época se llena de aves migratorias y los flamencos y su fuego rosa se convierten en un deleite para los sentidos, las garcetas, las cigüeñas, tórtolas, reyezuelos...

Lamentablemente este año el humedal está vacío. La amenaza de la gripe aviar ha obligado a tomar medidas de precaución, y aunque se alcanza a ver las bandadas en formación cruzando por la zona, la albufera permanece desierta.

Aprieta el agua cuando abandonamos San Miguel en el autocar, en dirección a San José y Los Escullos. Al personal le importa poco, pero lo cierto es que hay que llevar cuidado con las cámaras y que, bajo la lluvia, el escenario se emborrona un tanto, amén de que los accesos se complican. Aun así, y apelotonados al borde de la carretera, sobre un cerro que domina San José de Cabo de Gata, dedicamos un rato a poner a parir a la Administración, al Estado, a la Guardia Civil, y a todo bicho semoviente, mientras observamos el desastre inmobiliario que han perpetrado -y siguen- contra un pueblo pesquero que era maravilloso, que está en zona protegida, y sobre su castillo que hoy es un ejemplo penoso de lo que es y nunca debió ser la gestión de conservación del patrimonio.


Domingo, 19 de marzo 2006

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