24/4/07

La memoria del horror

Entre la estructura de hierro del Cable Inglés y el soleado bosque de mástiles del Club Naútico, al borde de la playa, se alzan los blancos troncos de una arboleda pétrea. Es este un bosque de columnas, ciento cuarenta y dos en total, que sostienen tan solo el aire, límpido, azul, sobre sus inexistentes capiteles; árboles sin copas, decapitados.

Tiene muy pocos años -lo colocaron en Mayo de 1999- y la gente pasa a su lado sin prestarle demasiada atención o ser consciente de lo que representa. Muchas veces preferimos, porque es más sano, olvidar. Pero este pequeño bosque blanco se levantó en memoria de los almerienses (entre otras muchas víctimas) que cayeron en Austria, en los campos de concentración de Mauthausen y Gausen, entre 1940 y 1945.

En Marzo de 1998, dos almerienses, Antonio Muñoz Zamora y Joaquín Masegosa Rodríguez, ambos supervivientes del campo de concentración de Mauthausen, recibieron la Medalla de Andalucía. Muñoz Zamora había nacido en 1919 en Almería, y fue deportado a Mauthausen junto a muchos republicanos españoles capturados por la Gestapo en Francia. De aquel millar largo de andaluces apenas sobrevivió un tercio. Fue pues, junto a Masegosa, testigo directo de un horror que tuvo lugar no hace tanto tiempo, en el corazón de esta Europa que damos en llamar "civilizada".

Por su implicación en la resistencia francesa, Antonio Muñoz fue condenado a la cámara de gas, aunque también le valieron que la República le concediese la Cruz de Guerra. Liberado del horror de Mauthausen por los aliados fundó, con el también almeriense Joaquín Masegosa y otros supervivientes, la Asociación Amical de Mauthausen, de la cual fue delegado en Andalucía. Supongo que recordarán algunos de ustedes la "Amical de Mauthausen" por el affaire Marco, que tanto eco tuvo no hace demasiado tiempo.

Existe un libro, llamado "Andaluces en los campos de Mauthausen" que reune documentos históricos acerca de los que allí padecieron. Muchos murieron en Gusen, campo al que iban destinados los republicanos españoles. El primero en morir fue José Martínez Escabona, el número 3.394. Era malagueño, de Fuengirola, y tenía 52 años.

Pues bien, el monumento en cuestión se levantó, a petición de la Amical de Mauthausen, para conmemorar el quincuagésimocuarto aniversario de la liberación del campo.

Los muertos almerienses fueron ciento cuarenta y dos, tantos como columnas tiene el cenotafio. Cuenta José Sedano Moreno, historiador y fundador del Centro Virgitano de Estudios Históricos, en un artículo de La Voz de Almería (marzo de 1995), que lleva muchos años investigando el tema, lo siguiente:

En el primer convoy que salió de la ciudad francesa de Angulême con deportados para Mauthausen en agosto de 1940 iban, entre otros, familias completas: padres, madres e hijos. Entre ellas la familia Cortés García, de Pechina (los padres y siete hijos), y la familia Quesada Herrerías (los padres y un hijo) de Serón. Después de cuatro interminables días en vagones de ganado [...] el tren se detuvo en la estación del pueblo de Mauthausen.

Bajo golpes y gritos los soldados SS obligaron a bajar a los varones mayores de catorce años. Las mujeres y los menores de esa edad no llegaron a bajar. Volvieron al lugar de procedencia pero por un recorrido mucho más largo, tardando 18 días en llegar. De la familia Cortés-García que había emigrado antes de la guerra civil al Prat de Llobregat, quedaban dentro de los muros de Mauthausen el padre, Francisco, y los hijos mayores de 14 años: José, -herido en una pierna porque fue soldado en la guerra española- Jacinto y Manuel, con apenas diecisiete años uno y quince el otro.

Por parte de la familia Quesada-Herrerías quedó el padre, Ciríaco, y su hijo Felix. [...] Francisco y José Cortés quedaron allí para siempre, el resto logró sobrevivir.

Varios almerienses en el Poschacher.
Pero lo que realmente toma una dimensión importantísima fue la creación del Kommando Poschacher. Poschacher era el apellido de un civil de Mauthausen que poseía una cantera de granito en explotación. Pidió mano de obra al campo de Mauthausen y su Comandante, Franz Ziereis, le mandó entre 40 y 50 (los historiadores no se ponen de acuerdo) adolescentes. Entre ellos Jacinto, su hermano Manuel, Felix y otro almeriense, Rafael Castillo Díaz (de Doña María). Este último no llegó en el convoy de Angulême, sino que pasó antes por un Stalag (campo de prisioneros en tránsito).

Todos los días este grupo de adolescentes salía custodiado del campo principal hacia la cantera, distante entre tres y cuatro kilómetros. Posteriormente se relajó la custodia y ellos iban y venían. En medio del camino vivía la señora Poltner, antinazi que, con el tiempo, hizo amistad con, entre otros, Jacinto Cortés.

Dentro del campo principal y concretamente en el laboratorio de revelado fotográfico, estaban destinados dos españoles, Antonio García y Francisco Boix. Este último fue haciendo una copia más de cada uno de los negativos que les entregaban los SS. Ante el temor de que se descubriese, se las fue entregando a Jacinto Cortés, poco a poco, y éste las escondía en la cantera Poschacher.

Jacinto supo que iba a ser trasladado a la ciudad de Linz en pocos días, y le hizo entrega a la señora Poltner de cerca de 20.000 negativos que le había ido entregando Francisco Boix, ella los escondió sacando unas piedras de un muro del huerto de su casa y volviendo a colocarlas luego en su lugar, lo que hizo saber al propio Boix.

Éste, cuando el campo fue liberado en mayo de 1945, fue a recoger los negativos. Fue el único español que declaró en el juicio de Nüremberg, y sus fotografías pudieron demostrar que Himmler y Kaltembrunner habían estado en Mauthausen.


José Sedano Moreno - Historiador (para La Voz de Almería, domingo 13 de marzo de 2005


En el corazón del bosque blanco, se alza un monumento. Y ese monumento, también de blanca piedra (mármol de Macael), representa el duro trabajo en aquella cantera Poschacher, que a tantos les costó la vida.

Memoria de Almería - Los campos del horror








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