23/4/07

La Costa de los Piratas V

En su informe de 1733 Felipe Crame consideró la playa de Genoveses como el puerto principal de Cabo de Gata. De ahí su interés en fortificar la zona con las baterías de San José y Los Escullos.

Y esa era nuestra siguiente parada: La batería de San Felipe de los Escullos, antes de hacer escala para almorzar en la Isleta del Moro.

El fuerte de San Felipe se proyectó allá por 173... y lo que fuese para ser construido sobre una duna fósil, pero no se llegó a construir. Los planos -que existen- proponían una construcción curva, encarada al mar. Todo estaba previsto, pero entonces España entró en guerra a cuenta de la sucesión y se abandonó el asunto.

Fue más tarde, durante el reinado de Carlos III, cuando se ordenó la construcción de una batería costera dotada de cuatro cañones. El proyecto lo llevó a cabo otro Crame, José, como treinta años más tarde de lo previsto y constaba de cuarteles para infantería y caballería, polvorín, capilla, caballerizas, barbacana, hornabeque y rebellín (no me pregunten mucho, que son términos de arquitectura y servidora se pierde). Era parte de un conjunto de nueve fortificaciones proyectadas en la costa que va de Almería a Málaga (el antiguo reino de Granada) y que eran, entre otras y de levante a poniente, el Castillo de las Escobetas (en Garrucha, y recientemente restaurado), Guardias Viejas (en El Ejido), Carchuna; Motril; La Herradura; del Marqués (en Vallemiza) y De Manilva.

Se encargó la construcción a un arquitecto de Vera, que ya había levantado el de Las Escobetas, por unos doscientos mil reales de vellón y, para rebajar una miajita los costes, tanto el arquitecto como su hermano, ambos aristócratas almerienses, obtuvieron de la corona el rango de capitanes de caballería.

Los ladrillos a utilizar para la construcción del castillo se debían traer, según contrata, desde Ruescas. Dice mucho respecto al estado de las comunicaciones en la zona que, pese a la cercanía de Ruescas y Los Escullos, el material debía transportarse en carros al Cabo y trasladarla luego por vía marítima.

A todo esto, a nosotros nos seguía cayendo agua más que cuando enterraron a Bigotes... pero eso no nos arredraba lo más mínimo. Es poco habitual fotografiar esta zona bajo un aguacero y uno aprovecha cualquier oportunidad, aunque sea a costa de meterse debajo de un cacho de plástico y andar protegiendo cámaras y pelos con paraguas y gorras.

Subiendo hacia el baluarte:



El patio de la casa:



Oteando bajo la lluvia:



Los Escullos, las olas rompen contra la duna petrificada:



Siguiente parada: La Isleta del Moro.

¡Que hambre, por todos los demonios!


Por cierto, a lo que se ve, el castillo se "presta" (lo presta el municipio, vaya) para la celebración de bodas civiles, y el banquete se instala en la barbacana sobre el mar. Eso sí, advirtiendo antes al personal de que en esta zona los ventarrones están a la orden del día y la cosa puede ponerse algo "volatinera".

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