20/7/07

Estimado Sr. HACENDADO

El siguiente relato es un regalo de mi buen amigo, Suerte, quien contribuye de vez en cuando a esta Crónica con sus impagables relatos de una infancia de verano en Almería. Hoy, no tan "infantil", pues la aventura ha tenido lugar hace apenas un par de semanas, en su última visita a esta, su casa:



A Almería ya no la reconoce ni la madre que la parió, lo cual no es necesariamente malo ya que la queridísima ciudad que conocí en mi niñez era de todo menos bonita. Pero aquella Almería de entonces era chiquitita, sencilla y fácil de manejar: la estación, el puerto, la rambla, la Telefónica, la Térmica (o playa del Zapillo) y el mercadillo de las Regiones. Y para de contar, ya no había más referentes en toda la ciudad.

Ahora no. A pesar de que ahí no llueve más que barro, han crecido como setas las rotondas, las avenidas principales (no sé cuántas avenidas principales hay, pero sin duda son muchas), los cruces (los han hecho todos iguales), los barrios, las barriadas y los centro-ciudad (para mí que hay varios).

El caso es que el otro día me encontraba en las afueras de Almería y tomé la decisión de bajar a la ciudad a hacer la compra en el Mercadona pues el Señor Hacendado es un tipo que me resulta de toda confianza. Pero como eso del Mercadona es un invento moderno que no existía en mi Almería de toda la vida, me tuvieron que dar unas cuantas indicaciones sobre cómo llegar.

-Tú tiras hacia el Carrefú y vas hacia ahí pero sin llegar ahí, das la vuelta por detrás y más o menos por ahí, junto al Hotel Trip, te encuentras el Mercadona.

Francamente quien me dio aquellas indicaciones no tenía precio alguno como asesor de la Guía CAMPSA. Pero, como yo sí tenía bien localizado el célebre Carrefú, decidí fiarme de mi proverbial sentido de la ubicación y ahí me fui directo.

En llegando al Carrefú, tal como me dijeron, fui al Carrefú pero no fui al Carrefú, di la vuelta por la parte de atrás del Carrefú y localicé al tercer intento el mentado Hotel Trip... pero ni rastro del Mercadona. Dos vueltas después alrededor del Carrefú, perdido como estaba en mitad de una rotonda cercana al Carrefú, decidí confiar mi suerte a un paisano que circulaba en moto por el lugar.

-Oiga, jefe, ¿el Mercadona?

-¿El Mercadona?

-Sí, el Mercadona. ¿Por dónde se va al Mercadona?

El interfecto, con gesto serio, ceño fruncido, cara seca de pocos amigos al principio no dijo nada. Después reflexionó (supuestamente sobre algún problema de física cuántica) y finalmente dijo sentencioso.

-¡Sígame!

La sorprendente respuesta, más que una sugerencia, pareció la orden de un Coronel, y después de tantas vueltas alrededor del Carrefú yo ya no tenía cuerpo como para desobedecer la orden de la superioridad. Así que ahí fui pegadito a la scooter del guía desconocido.

Viendo que el fulano tiraba en el sentido opuesto al que supuestamente se encontraba el Mercadona, y ya que las callejuelas por las que me llevaba el señor de la motillo no inspiraban confianza ni a los primos del célebre Vaquilla, tomé la firme decisión de echar los pestillos del coche. Si me estaban preparando una encerrona para darme un palo en un callejón sin salida yo al menos no se lo pensaba poner tan fácil.

Cuando a punto estaba de girar a la izquierda para darle esquinazo al extraño tipo de la moto, éste giró con su moto a la derecha tomando una amplia avenida que yo ya conocía porque era el camino lógico hacia el Carrefú. Esto vuelve a ser terreno amigo, me dije, así que seguí confiando en él.

El guía-motero se enfadó con un coche que no le cedió el paso (tengo la impresión de que se sentía investido de un especial halo de responsabilidad por la gran labor social de lazarillo que estaba desempeñando y que por eso le molestó sobremanera que no le dieran prioridad de paso). Un giro más a la izquierda cruzando tres carriles de la gran avenida, otro más a la derecha .... y ces´t voila!

-Ahí lo tiene, capitán- dijo con aires de grandeza.

Formidable, absolutamente formidable, soberbio, sublime, magnífico, asombroso. Después de tantas vueltas infructuosas alrededor del Carrefú tratando de localizar el maldito Mercadona, después de pasar una y mil veces por el mismo sitio, después de tantas idas y venidas mareantes, el peculiar Señor de la Scooter, mi ángel de la guarda particular, me había depositado en las mismísimas puertas ..... del Carrefú.

-Gracias, muchas gracias, ha sido usted muy amable.

Después de todo ese periplo ni que decir tiene que terminé haciendo la compra en el Carrefú ¿Para qué ponerse a buscar de nuevo el Mercadona? Estos días, reflexionando sobre el asunto, he llegado a la conclusión de que mi lazarillo motorizado no es más que un mercenario a sueldo del Carrefú que cobra una comisión por cada turista despistado que consiga llevar de regreso al redil del hipermercado francés.... sobre todo teniendo en cuenta que (esto lo supe dos días después) apenas hay 30 metros de distancia entre el Mercadona y la maldita rotonda donde el fulano de la moto me dijo aquello de ....

-¡Sígame!








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