22/4/07

EL MINERAL

Escrito por A. (bajo "alias"), el 29 de Sep. de 2005, como generosa aportación a mi proyecto de conocer esta tierra





De pequeño, como ya dije, pasaba todos los años mis vacaciones en Almería, en casa de unos tíos que no eran tíos, disfrutando a lo grande con unos primos que no eran primos, pero que siempre fueron más familia que buena parte de mi auténtica familia.

Y en aquellos años, digamos que hace tres décadas, el blanco y el rojo era el color de la ciudad, el blanco de sus casas y el rojo del mineral de hierro, que todo lo teñía, que por todos los rincones se filtraba. Blanco y rojo, colores que curiosamente son los que siempre distinguieron al principal equipo de fútbol de la ciudad.

Cuando los 9 críos íbamos caminando hasta la playa del Zapillo teníamos dos alternativas: dar una gran vuelta por el puerto o atravesar a pie las vías del tren. Normalmente optábamos, claro, por la segunda de las posibilidades, no porque fuera más corta sino porque era la más peligrosa.

Atravesar ese mar de rieles era como pisar el suelo de marte. El óxido del mineral lo impregnaba todo, los simplísimos vagones que transportaban el hierro parecían cansados. Aún así, seguían cumpliendo su función día tras día, pintando de un tostado color ocre el paisaje sobre el que se levantaba mi muy querido Espejo del Mar.

Luego llegó la modernidad y los trenes, el óxido y el perenne color rojo languidecieron y terminaron por desaparecer, muriendo así una de sus señas de identidad. De ello solo queda el recuerdo de una infancia maravillosa pasada al sol del mediterráneo y ese tremendo espigón conocido como El Cable Inglés. Afortunadamente en esta ocasión los políticos que velaron por dejarlo ahí no metieron la pata. Pero que no sirva de precedente.

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