24/4/07

La Feria

la Feria es la excusa ideal para pisar otros adoquines, o tal vez los mismos desde otro ángulo.

Para empezar, es viernes y día de mercadillo aquí, en mi barrio. El viento barrió las nubes y la arena suspendida en el aire; así pues, hoy, a boca de pregón, estrenamos un cielo azul y límpido, fresco por la bajada de temperaturas, que invita a quedarse rondando por las calles incluso a mediodía.

El bullicio, los colores, las mezclas de gente de mil clases, de distintos colores, el ondear de los toldos como velas al viento, viste al barrio de zoco; uno podría fácilmente trasladarse de lugar y de época, a elección, y pasar a Orán, Ceuta o Melilla, sin problemas.









Mientras tanto, abajo en la Puerta Purchena siguen los preparativos para la Cabalgata de la tarde, pruebas de sonido, de luz, de vestuario; más allá, ultiman detalles los kioskos, la gran carpa sobre la Rambla, el recinto Ferial.

Porque hoy se celebra el segundo centenario de la Patrona. Una patrona marinera, que llegó, como llegan hoy tantos y tantos inmigrantes, sobrenadando las aguas del mar de Alborán, sin papeles, y a la que le llevó cerca de trescientos años que la autoridad eclesiástica la autorizase a compartir peana de patronazgo con el obispo San Indalecio, que había llegado -por lo que se ve- antes que ella.

En España la tradición mariana está muy arraigada: Pilar, Montserrat, Aránzazu, Almudena, Atocha, Carmen, Covadonga, Guadalupe, Desamparados... pero Andalucía es, por antonomasia, la tierra de María Santísima, donde el fervor por la virgen alcanza tales grados que hasta los descreídos despotrican de todo y fían en SU virgen particular. Porque esa es otra: cada pueblo y cada quien defiende la suya como la más milagreosa, la más benefactora, la más de las más... porque es la suya.

Almería tiene a su Virgen del Mar, que cierto día de diciembre de 1502, en pleno rifirafe (lo conté algo más arriba) entre moros y cristianos, arribó en patera como hoy arriban los inmigrantes, hasta la playa de Torregarcía donde el vigía de la torre, Andrés de Jaén, fue a encontrarla, chiquita y empapada, en la playa.

Trescientos años largos se veneró a la Señora en la ermita, junto a la torre, y por más que el pueblo llano le tenía gran apego, el clero catedralicio, muy suyo él, la acogió con frialdad, y la dejó apartada de los menesteres patronales, pues ya contaban por aquel entonces con un patrón establecido: San Indalecio, que fuera obispo de la diócesis. El papa Urbano VII, en 1630, había decretado que no podía haber dos patronos.

A comienzos del s. XIX el Ayuntamiento se decidió a tomar la iniciativa, retomando actas de 1738 por las que el Consistorio había decidido proclamar patrona local a la Virgen del Mar, en agradecimiento a los beneficios que la ciudad había recibido por su mediación al escapar de refilón de algunas calamidades. Porque penas sin cuento no habían faltado en todos aquellos años: epidemias, terremotos, sequías, inundaciones, plagas de langosta, desgracias que unidas a su aislamiento geográfico y al abandono de sus dirigentes tenían postrada la zona en la miseria.

Concejo y Regimiento se reunieron el 16 de febrero de 1805, acordando tramitar la solicitud de patronazgo para la Virgen del Mar al Papa. Por fin, Pío VI lo aprobó el 20 de mayo de 1806, la proclamación como patrona principal de Almería y sus arrabales de Huércal y Viator, de Nuestra Señora Reina de los Ángeles, en su admirable advocación de la Mar, que hoy se venera en el convento de Santo Domingo. Y, curiosamente, despacico y con mediana letra, a partir de entonces Almería volvió a reincorporarse, algo renqueante, al discurrir del resto del país, saliendo de una modorra de centurias.

Una coplilla, tan himno del Almería como el fandanguillo que suena en el carrillón del reloj del Ayuntamiento, la saluda, pequeña y marinera.

La Patrona de Almería
no quiso venir en barca,
porque como es pequeñica
prefirió concha de nácar.

Como virgen marinera
prefirió concha de nácar,
y en vez de valles y riscos,
caminos de agua salada.

Te quiero como nadie
te quiso y te querrá
y aunque te vayas lejos
no te podré olvidar.

Si vas pa la mar, pa la mar
si vas pa la mar…
Si vas pa la mar
pregunta marineró
las olas te lo dirán
¡de qué manera la quiero,
marinero!
si vas pa la mar...


Si vas pa la mar (el volumen suena bajito)

En realidad, la pequeña imagen es una talla gótica, policromada, del s. XII, procedente con casi toda probabilidad de algún naufragio. Una placa, a un lado de la vieja torre, allá en El Toyo, junto a las ruinas de la fábrica de salazón romana, conmemora la fecha de su hallazago.



No hay comentarios: