23/4/07

Algo de Historia

Cuando yo era niña, allá en los últimos lustros de Franco, lo que se estudiaba acerca de los años de dominación musulmana estaba teñido de victorias de los Reyes Católicos y defensa de la fe: los moros eran hordas salvajes y los cristianos eran los paladines de la evolución. Para equilibrar la balanza ahora, y no pocas veces, cuando se habla de Al-Andalus se habla de un periodo de magnificencia y de encuentro de culturas. El romanticismo de Washington Irving acabó empapándolo todo.

Es lo que tiene mirarle la cara a la Historia con un solo ojo. Porque lo cierto es que no fue ni una cosa ni la otra. Fueron siglos difíciles y en todas partes se cocieron habas. Eso cuando había suficientes habas para comer... y tiempo para hacerlo sin que a uno le rebanasen la cabeza.

El califato Omeya vivió siempre muy zarandeado, aunque su poder económico, y sobre todo, el militar les mantuvo durante bastante tiempo sentados en un trono. Pero aun sin contar con los cristianos, arrinconados en los peñascos astures mientras tramaban como recuperar tierras, tenían problemas para dar y regalar. La Alcazaba almeriense no se levantó, ni mucho menos, para defenderse de los cristianos. Eso llegaría mucho después, cuando la Alcazaba no era apenas una sombra de lo que fue.

Cuando, a principios del primer milenio, cayó el califato cordobés, España se convirtió en un montón de reinos desorganizados con sede en diferentes ciudades: Al-Andalus llegó a tener 28 reinos luchando unos contra otros.

En realidad, más que sobre "estados" con límites definidos, su autoridad se extendía al derecho a percibir impuestos o designar las principales funciones jurídico-religiosas.

Al principio de la guerra civil (fitna) el poder en Almería estaba compartido entre bereberes y eslavos, encabezados respectivamente por Ibn Rawïs y Aflah. El primero dominaba en la Madina, y el segundo en la Alcazaba. Finalmente, en 1014, Jayrán entró en la ciudad y la tomó. Al-Udri lo relata así:

"...asedió a Aflah y a sus dos hijos duramente, hasta que consiguió demoler la Torre del Pozo y ocupar la Alcazaba".

Bajo el gobierno de Jayrán -entre 1014 y 1028- se estableció una taifa o reino independiente que se extendió desde los confines de La Mancha hasta la zona de Valencia, teniendo como taifas limítrofes a Granada, Valencia, Denia y Córdoba. Así fue como el crecimiento de al-Mariyya produjo la decadencia de Bayyana. La ciudad creció y desbordó el perímetro fortificado, teniendo que ampliar sus defensas. Cuenta Al-Udri:

"...construyó el fatah Jayrán la muralla que desciende del monte Layham (Cerro de San Cristóbal) hasta el mar y abrió en ella cuatro puertas: una puerta en la propia montaña; otra puerta por la que se sale a Bayyana (Pechina); la puerta conocida con el nombre de Bab-al-Marba y, por fin, una puerta próxima a la orilla del mar, llamada Bab al Sudán (Puerta de los Negros), que hoy es conocida con el nombre de Bab al-Asad (Puerta del León)."

Los muros de la Alcazaba, iluminados sobre el barrio de Pescadería, en el puerto comercial.



A levante, la Alcazaba cruza el barranco de La Hoya, para ascender la loma del Cerro de San Cristobal.



El mármol y las telas de lujo fueron la base de su economía. El primero se extraía -igual que hoy- de Macael, en la Sierra de los Filabres. Los tejidos de seda brocados de plata y oro eran demandados en todo el Mediterráneo. El puerto crecía y Al-Mariyya se convertía en un enclave próspero.

A Jayrán le sucedió el fatah Zuhary durante una década, en la cual su autoridad se extendió de tal modo que Córdoba y sus distritos fueron anexados. Zuhary realizó, entre otras, obras en la Mezquita Mayor, ampliándola en tres de sus lados. La fortificación protegía el arrabal de la Musalla (Oratorio) donde se encontraba la Mezquita Mayor, hoy Iglesia de San Juan.

Fachada de la Iglesia de San Juan, donde antaño se alzara la Mezquita Mayor.



Fuente de la Mezquita Mayor, hoy en el exterior, adosada al muro de la Delegación Militar.



Placa informativa, junto a la Fuente de la Mezquita.



A la antigua madina se le han adosado, por entonces, dos arrabales más: al-Musallá (Oratorio) a levante, como es preceptivo, y al-Hawd (El Aljibe), más pequeño, a poniente. Al-Mariyya se ha convertido en una ciudad bella.

El fatah Zuhayr fue, según la crónica de Al-Udri, asesinado el viernes al final de šawwãl del año 429 (correspondería al 4 de agosto de 1038). Le sucedió quien sería el más importante rey que conocería la taifa de Almería: Abu Yahyà Muhammad b. Sumãdih al-Mu'tasim bi-Llãh, más conocido como Al Mutasim, el rey poeta.

Al-Mutasim llegó a crear un importante núcleo cultural, y a su sombra se cobijaron numerosos poetas a los que el rey asignó pensiones de plata. Bajo su gobierno la ciudad, rica y próspera, se engrandeció.

Escribe Al-Udri:

[...] [Abu Yahyà Muhammad b. Sumãdih al-Mu'tasim bi-Llãh] realizó grandiosas y bellas obras en la protección de la Alcazaba, en la elevación de su muralla y en la perfecta conservación de sus alcázares. Entre estos, se encuentra el gran palacio que tiene vistas, por su parte Norte, al monte Layham y, por su parte Sur, tiene un grandioso jardín en el que hay de toda clase de frutos y de los más extraños sin que se pueda describir, siendo la longitud de su superficie aproximadamente la anchura de la Alcazaba. Le sigue, al Sur, un salón, también grandioso con puertas con adufas a la manera de las orientales, si bien más raras en el grabado, y perfectas. La superficie y zócalos de este salón están recubiertos de mármol blanco. Le sigue, al Sur, una gran estancia hecha perfectamente con toda clase de dorados, extraordinarios, que dejan perplejos a quienes los miran. Le sigue, al Sur, un grandioso salón mocabarado con ménsulas decoradas, esculpidas y con incrustaciones de excelente oro; pavimentado con mármol blanco y con zócalos [también] de mármol con inscripciones esculpidas, puesto de forma extraordinaria. En la inscripción aparecían la fecha de construcción y quien la había ordenado. Le sigue un patio, al Sur del cual se encuentran unas puertas y sobre ellas hay una balaustrada desde la que, si se quiere, se divisa toda la ciudad de Almería, su mar, la llegada de los navíos a su puerto y su salida hacia la orilla norteafricana y todos sus territorios. Al Este construyó una estancia de gran perfección para gobernar.

Al-Mu'tasim bi-Llãh trajo la acequia y la hizo llegar hasta la Aljama de Almería. Se produjo la llegada, y corrió el agua por la acequia hasta la azacaya que construyó al Oeste de la Aljama de Almería, el 1 del mes de ramadãn del 458
(27 de julio de 1066). Derivó desde la acequia un ramal hasta detrás de la Alcazaba de Almería y aquella nueva acequia fluyó por debajo de tierra hasta alcanzar el pozo que estableció al Norte de la Alcazaba, construyendo una aceña sobre el pozo en la que elevar el agua para que llegase a los jardines que hemos mencionado en la mansión descrita.

En las afueras de la ciudad de Almería construyó un jardín y alcázares de perfecta construcción y extraordinaria fábrica. A ellos llevó todos los singulares frutales, entre otras cosas, de modo que hay de todas las especies fuera de lo común
[...] En el centro de ese jardín hay un gran lago sobre el que se abren salones revestidos de mármol blanco. Ese jardin es llamado al-Sumãdihiya y está muy cerca de la ciudad. Junto a él hay otros muchos jardines de semejante traza, entre los que hay lugares de recreo sin igual.

[...] Domina la ciudad su Alcazaba, que está en un monte aislado sobre el que hay una perfecta muralla. No se sube a su Alcazaba si no es con trabajo, ni se asciende a ella si no es con dificultad; está solidamente dispuesta y es extremadamente inexpugnable.

Su antigua Atarazana
[...] fue dividida en dos partes: en una se encuentran las embarcaciones de guerra, los pertrechos y los aparejos; y en la segunda está la Alcaicería, que había sido dispuesta de modo que cada oficio estuviera en una zona delimitada, según sus afinidades. En ella, los comerciantes se encontraban seguros con sus bienes, dirigiéndose a Almería gentes de todas partes.

Se contabilizó a los pobres, para el reparto de una limosna, por mediación del cadí de Almería Mữsà b. Ahmad al-Mursĩ, y se encontró que había en la medina y en sus arrabales 20.000 pobres.


Desgraciadamente para el pobre rey, la cultura y la riqueza no garantizan nada, bien al contrario, garantiza que haya alguien que considere que apropiarse de las mismas es bocado apetecible. Y Al-Mutasim, tal como le sucedería también al rey de la taifa sevillana, Al-Mutamid, no supo defender sus tierras por sí mismo. Ante el peligro que se cernía desde el Norte, bajo el símbolo de la cruz, no se le ocurrió mejor salida que solicitar ayuda al soberano almorávide Yusuf ibn Tasfin.

El error iba a costarle el reino. En plena agonía, cuando llegaban hasta él los gritos del asedio de su ciudad, susurró a uno de los que se encontraban con él:

"Cuida tus lágrimas y no las malgastes, pues tendrás que llorar largo tiempo".

Tres meses después la ciudad fue ocupada por los almorávides. La familia real tuvo que huir y dispersarse por el norte de África.

De la grandeza del palacio de Al-Mutasim no queda apenas nada. No solo las guerras, sino también los seísmos, el expolio y la desidia se cebaron en él. En la actualidad se han reconstruido algunos espacios, y continuan las excavaciones. Así es como pueden verse a día de hoy:

Hammam, baños de Palacio.



Mirador de la Odalisca.



Restos de los Aljibes:



Estanque.



Casa del alcaide. Reconstrucción de 1950.




Capilla de San Juan, que fuera la mezquita de palacio.






Los textos de Al-Udri los he extraído de un estupendo libro: "Almería andalusí y su territorio" de Jorge Lirola Delgado, que me sirve de guía entre estas piedras.

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